Cerraba los ojos y de nuevo me trasportaba a una habitación similar, una fantasía dentro de otra fantasía dentro de otra fantasía, y así continuaba la cosa, cobrando intensidad hasta que me sentía tan sumamente dentro de mí misma que más lejos no podía ir.
(Miranda July, El primer hombre malo)
La conocí hace trece años cuando trabajaba de asistente de redacción en la revista “Haciendo Cine”, recuerdo que mi jefa, la editora de la revista, la amaba. A mí todavía no me cerraba, en esa época miraba sólo películas dirigidas por hombres, no era una elección consciente pero era lo que hacía. En su momento me negué a verla, pero esta chica, de apenas unos treinta años había ganado con su primera película la Cámara de Oro en el Festival de Cannes en el 2005 y un año después estrenaría en el 8° BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) con una gran repercusión. Ya todxs conocíamos a Todd Solondz, pero Miranda July venía a poner a las historias marginales de los suburbios un toque de calidez y ternura a la que todavía no estábamos acostumbradas a mirar —y mucho menos a mostrar—.
Miranda July nació el 15 de febrero de 1974 en Vermont, es directora, guionista, actriz, performer, música y escritora. En el 2004 fue considerada una de las veinticinco nuevas caras del cine independiente americano por Filmmaker Magazine. A finales de la década del noventa realizó un “cadáver exquisito” en video convocando a mujeres directoras para darles voz a través de sus cortometrajes. A su ópera prima Tú, Yo y Todos los demás (2005) le siguió El futuro (2011) y luego, la novela El primer hombre malo (2015). Las tres forman una especie de trilogía con un personaje femenino en diferentes momentos de su vida, todos ellos interpretados por la misma Miranda July en la que se puede ver su estilo (soñador) inconfundible: voz interior, fantasías sexuales, inadaptación social, personajes solitarios y “frikis”, familias disfuncionales, necesidad de salvar lo irrecuperable, melancolía y soledad femenina.
Me and You and Everyone We Know (2005)
Christine Jesperson (Miranda July) es una artista performer solitaria que trabaja como conductora de taxis para personas mayores y utiliza sus fantasías artísticas para sentirse menos sola. El co-protagonista es Richard Swersey (John Hawkes), un hombre recién separado y padre de dos niños que trabaja en una zapatería. La película comienza con Christine haciendo uno de sus videos performáticos a los que le pone voces realizadas por ella misma y así hace su primera declaración de intenciones: Voy a ser libre, voy a ser valiente. Voy a vivir cada día como si fuera el último, Maravillosamente. Con valor. Con elegancia.
“Tú, yo y todos los demás” es una película coral que se completa con otros personajes a los que la soledad también los atraviesa: los hijos de Richard, Peter y el pequeño Robby; la vecina Sylvie, una niña que guarda su tesoro más preciado en un baúl de su habitación; Rebecca y Heather dos adolescentes que quieren perder la virginidad con un hombre mayor, y Nancy Herrington, la directora del Museo de Arte Moderno al que Christine manda su obra en video.
En un primer momento podemos pensar que es la típica película de “chico conoce a chica” pero Miranda da vuelta las cosas y burla con la utilización del color rosa la idea del amor romántico pero que al mismo tiempo emana calidez y esperanza. Christine dibuja en sus zapatos color rosa: “You” y “Me” e inventa diálogos perfectos. Sylvie, la pequeña vecina guarda su ajuar en el baúl de novia para utilizar en un futuro cada vez más incierto y patético pero mientras no crezca todo ese tesoro sigue formando parte de un sueño hermoso. Nancy, también está sola y tiene una relación sexual virtual de alto contenido escatológico con un nene de 4 años, Robby, el hijo de Richard, una relación inspirada en la película “Kung-fu Master!” (1988) de Agnés Varda.
The future (2011)
En su anterior película la protagonista le dice al hombre que acaba de conocer: Es el momento en una relación en que te das cuenta de que no va a durar para siempre y se ve el final… Es precisamente a partir de esta premisa que se forma la línea argumental de su segunda película interpretada por una pareja que lleva junta cuatros años:
Sophie (Miranda July) y Jason (Hamish Linklater) viven en un pequeño piso en Los Ángeles, odian sus trabajos, y en un mes adoptarán a un gato callejero llamado Paw Paw. Como si se tratara de un recién nacido, necesitará que lo cuiden las 24 horas del día, puede que muera dentro de cinco meses o que viva seis años. A pesar de sus buenas intenciones, la idea de perder la libertad/soledad los aterra y por eso deciden hacer cambios drásticos en sus vidas: dejar el trabajo y lanzarse tras sus sueños. Sophie quiere crear una performance por Youtube y volverse famosa pero a medida que pasan los días, se siente paralizada y llama a Marshall, un hombre de 50 años al que apenas conoce. Ella cree que mientras viva en ese mundo aburguesado que le ofrece el hombre mayor, nunca volverá a verse obligada a intentarlo y a fracasar una y otra vez. Pero la soledad, la acompañará vaya donde vaya, porque ese pareciera ser su destino.
Si en su primera película estaba la búsqueda del amor, en esta, está la decisión de pasar al segundo escalón de la treintena: “tomar decisiones a largo plazo”. La metáfora de la adopción de un gato enfermo para que no dure demasiado funciona como síntoma de (in)madurez de los personajes principales, como si la pareja estuviera en medio de una decisión crucial: separarse o tener un hijo.
Su segunda película formó parte de la selección oficial del Festival de Cine de Berlín y se estrenó en el 26° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 2011, en la sección “Busco mi destino”. Con “El futuro” Miranda July utiliza el realismo mágico para poner en evidencia el paso del tiempo en medio de lo ridículo que resultan los anhelos y los miedos de sus solitarios personajes.
El primer hombre malo (2015)
En su primera y única novela hasta la fecha, se centra en la vida de Cheryl Glickman, una mujer de unos cuarenta y pico de años que está sometida a las fantasías sexuales y creencias más dispares. Está enamorada de un hombre mayor y tiene una estrecha relación con el alma de un recién nacido al que conoció siendo niña y que transmigra, desde entonces, del cuerpo de un bebé a otro. La protagonista vive sola y trabaja en una organización sin fines de lucro que realiza unos vídeos de autodefensa femenina. Un día que se ve obligada a acoger temporalmente en su casa a Clee, la hija veinteañera de sus jefes, entonces su rutina e intimidad sufren una inesperada transformación. Clee es distante, violenta y mantiene una escasa higiene personal, además de estar enganchada todo el día a su teléfono celular y a la televisión del living de la casa de Cheryl.
Esta primera novela de Miranda July tiene múltiples giros argumentales y rezuma ternura y un perspicaz sentido del humor en la que podremos imaginar a ella misma haciendo de Cheryl Glikman cantando:
Soon you’ll grow so take a chance / Pronto crecerás, así que toma el riesgo…
(David Bowie, Kooks)
Así como la soledad, la temática de la (no) maternidad también está presenté en las tres obras de Miranda July, de hecho la novela la escribió estando embarazada, en ese momento clave en que las mujeres tienen que compartir su soledad con alguien más. De alguna manera es su obra más acabada o por lo menos la que a mí más me gustó.
Si una era lo bastante inteligente para saber que esta vida iba a consistir básicamente en abandonar cosas que una quería, ¿por qué no especializarse en el abandono, en vez de en el intento de poseer? Tan exóticas revelaciones brotaban espontáneamente, y empecé a comprender que la falta de sueño y el estar siempre pendiente del bebé y de sus horas de comida eran como un lavado de cerebro, un proceso por el cual mi yo de antaño estaba tomando una nueva forma, de manera lenta pero constante, y esa forma tenía un nombre: madre.
Podríamos decir que el estilo de Miranda July nació del stand up y el cine indie americano, estilos que también podemos ver en series de formato de media hora como “Enlightened” (Laura Dern y Mike White, 2011), “Love” (Judd Apatow, Lesley Arfin y Paul Rust, 2016) y “Fleabag” (Phoebe Waller-Bridge, 2016), donde las mismas creadoras ponen sus propios encantos (y miserias) en la creación de sus personajes principales, muchas veces interpretadas por ellas mismas con toques de soledad e inadaptación social. Como así también podemos emparentarla con las posteriores poéticas de Greta Gerwig (“Frances Ha”, 2012), Amy Schumer (“Trainwreck”, 2015) y Noël Wells (“Mr. Roosevelt”, 2017) —primera y última las analizamos en esta columna, ver: “De Cleo a Frances” y “Amor animal” —. Todas producciones con perspectiva de género y fervientemente recomendables.
Su próxima película es Kajillionaire (2020), se estrenó en el Festival de Sundance en enero de este año y supuestamente se estrenará en septiembre en EE.UU. Parece que la historia se centra en una familia de estafadores y cuenta con las actuaciones de Evan Rachel Wood, Gina Rodríguez, Richard Jenkins y Debra Winger. Esta vez no estará ella en pantalla pero seguramente nos vuelva a regalar otra de sus historias estrafalarias, donde la soledad, la ridiculez, la ternura (y quizás la maternidad) estén presentes.
Las películas se pueden ver en Zoowoman.