Radojka es una pieza teatral que cuestiona con humor las precariedades laborales de una sociedad cada vez más fría, que en lugar de alimentarnos como seres humanos capaces de dar amor, nos convierte en objetos donde la vida se conserva pero no se disfruta en pos de la supervivencia.
Los autores Fernando Schmidt y Christian Ibarzabal llevan hasta el absurdo una situación domestica que involucra a Gloria (Patricia Palmer) y Lucia (Cecilia Dopazo) quienes cuidan a una anciana Serbia, Radojka. Un fatal hecho desencadena la acción, y estas mujeres deben tomar una decisión para poder subsistir.
Radojka, no es solo una comedia negra, es una comedia que logra hacernos transitar por una paleta de colores con todos los matices que da cuenta de las complejidades en la que nos encontramos los seres humanos en un contexto cruel que nos pone en el borde de la desesperación invitándonos a un precipicio moral donde la ética intenta hacer equilibrio.
Radojka con una estética amorosa, juega, mostrándonos como este modelo cosifica a los seres humanos tratándonos como objetos de consumo cambiando el paradigma de vida por vida útil. En estos tiempos reírse, es revolucionarnos, porque nos sacude el polvo de la indiferencia. Radojka nos aferra a la humanidad cuando estamos a punto de caernos.
Interpretada magistralmente por Patricia Palmer quién compone una Gloria con un universo exquisito, con relieves y matices que logran una generosa interpretación. Cautiva a la platea de principio a fin.
Por su parte, Cecilia Dopazo compone una Lucia, formidable, divertida y atormentada a la vez. Ingenua y lúcida. Serena y explosiva. Juega con los opuestos con una destreza particular sacando todos sus trapitos de comediante al sol.
Ambas se baten en un duelo interpretativo que no tiene ningún desperdicio. Esto es posible por la creativa dirección de Diego Rinaldi quien logra conseguir todos los climas, creando un pentagrama de ritmos que tienen al espectador hipnotizado desde que comienza hasta que termina el espectáculo.
Reírnos de nosotros mismos es lo más difícil, y reír en tiempos de pandemia vale mucho más. Un cálido aplauso y reconocimiento a todo este equipo artístico y humano, que en estos tiempos de fragilidad social suben a escena a seguir flameando la bandera de la humanidad. En estos tiempos de Alerta Cultural, nos inspiran para ser mejores personas, más sensibles hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Necesitamos a nuestros artistas, el teatro es posible con protocolo que el Teatro Picadilly respeta cuidando a los artistas y espectadores. Para saber un poquito más del proceso conversamos con su director Diego Rinaldi
F.A ¿Qué fue lo que te apasionó del texto?
D.R: El desafío de abordar una comedia negra, el tipo de humor que tiene, como está escrita y como está dialogada. En general nosotros tenemos una tradición de teatro donde vamos más al vodeville o a la comedia de puertas, o a la comedia brillante, sobre todo en el teatro comercial no investigamos mucho sobre una comedia de humor negro. Soy una persona que en general me cuesta leer teatro, me aburro, me pierdo, el teatro me gusta para verlo, y me pasó con Radojka que ya en las primeras líneas me reía solo leyéndola, me encontré riéndome mucho. Y además me interesó la trama que tiene, donde continuamente se va renovando el conflicto generando intriga que te hace querer saber qué va a suceder en cada acto.
F.A ¿cómo fue el proceso de ensayos en la pandemia?
D.R: El proceso fue de mucho cuidado, de mucho respeto por el otro, y respeto por la necesidad que el otro tenía y de su mirada frente a lo que sucedía, tratando de llegar a una comunión entre todos para llegar a un buen puerto. Fue un proceso hermoso sin pensar mucho en lo que iba a suceder solo poniendo el foco en lo artístico y en las ganas de hacer un buen producto, de disfrutar y con la emocionalidad de alguna manera después de este tiempo de estar guardados y aislados de volver a sentir esa necesidad de volver a crear, a jugar independientemente del lugar o el circuito donde en donde desarrolla la obra
F.A ¿cómo es la experiencia de trabajar con Las actrices Patricia Palmer y Cecilia Dopazo?
D.R: El trabajo con las actrices lo puedo definir de puro placer, de amor Un trabajo cargado de respeto, de diversión, de pasarla bien, de apostar al producto artístico, de actrices que tenían ganas de actuar, un director que tenía ganas de dirigir, un grupo entero con intención de hacer un trabajo de calidad de respeto por el público, de entender que hoy el que nos paga una entrada y sale de su casa implica un gran esfuerzo. Intentamos tener todo ese cuidado que creo que se ve.
Con respecto a los ensayos fue un gran intercambio artístico de mucho dialogo, de entendernos y construir juntos esta Radojka que tanto amamos y queremos defender a capa y espada y sostenerla porque es un producto que disfrutamos mucho hacer, nos divertimos enormemente, cuando esto sucede en los ensayos hay algo indudable mente que aparece en ese convite con el espectador.
F:A ¿Por qué crees que tiene tan buena recepción en el público?
La recepción es genial, e maravillosa desde el minuto que empieza la obra. Ya empezar a escuchar las risas es un alivio y una alegría porque desde la dirección intenté trabajar este costado siniestro que tiene el espectáculo combinando la comedia negra pero que también dialogue con el humor. Y creo que fue un gran resultado. La gente desde el minuto cero lo disfruta, se ríe a pesar del barbijo, y pasa un momento de sumo placer. Creo que se debe a que siempre está bueno en el teatro cuando hay un texto bien escrito, dos actrices que actúan, que solo las ves en los medios por el trabajo que hacen, y que tienen una solidez en el escenario como nadie. Esto es imbatible, esa fórmula antiquísima no va a morir nunca: Un buen texto, dos actrices que actúan maravillosamente y un director responsable que llevó adelante el barco con mucho amor. Y ahí está el resultado un público que recepciona con felicidad y que disfruta durante una hora diez un espectáculos a pura risa.