En CINE.AR Play se puede ver Desmadre, fragmentos de una relación (Sabrina Farji, 2017), un documental en primera persona, íntimo y desprejuiciado. Un retrato familiar en directo, con sus disfuncionalidades, fisuras y sobre todo un amor desmadrado, caótico y por momentos incondicional.
El núcleo familiar femenino está conformado por la directora Sabrina Farji (Cielo azul, cielo negro; Cuando ella saltó; Eva & Lola) en su triple papel de directora, hija y madre, acompañada por su propia madre (y también abuela) Leonor Schlimovich, y sus hijas: Zoe Trilnick Farji y Joelle Levy Farji. Todas cumplen un rol fundamental y generacional dentro de la familia, cada una tiene sus sueños, anhelos y algo para decir y reclamarle a la directora.
La película comienza con un puñado de mujeres hablando a cámara, que funcionan como un coro femenino que resume o anticipa lo que vamos a ver. Luego asistimos a un brindis familiar entre las protagonistas por la obtención del subsidio del INCAA para la creación de la película y así nos adentramos a los fragmentos de una relación, no sólo entre madres e hijas, sino entre mujeres.
Es interesante cómo la utilización de la palabra fragmentos en el título nos aclara que ya no existe una distinción tal entre una película de ficción de una documental, son fragmentos, un recorte, “la realidad es otra cosa” dijo su directora en una de las presentaciones de la película en el 19° BAFICI en 2017.
Porque en el documental también hay un guion, del que Farji no se quiere separar, pero es allí donde comienza el “desmadre”, cuando Leonor (madre y abuela) y Zoe (la hija mayor) comienzan a tirarle dardos a la directora por su dramatismo, su ego y sobre todo porque en “la vida real” no hay guion (en principio). La película pone en debate la institución de la maternidad, no hay instinto, son vínculos que se construyen y se deconstruyen todo el tiempo.
Mientras la película avanza junto a los pases de facturas, las protagonistas viajan a Paraná, Entre Ríos, a visitar el lugar de origen de Leonor, allí la relación se empieza a tensar, porque si bien todas se prestaron al juego/viaje/película, la convivencia en la habitación de un hotel, la cámara que interpela, los rencores del pasado y la catarsis, necesaria, comienzan a emerger. Pero también ellas tienen muy en claro en todo momento que hay que hacer la película cueste lo que cueste, sabiendo que los espectadores y espectadoras estarán observando desde sus lugares (desde sus historias personales) y podrán opinar y/o hacer causa común con alguna de ellas. Y es allí donde la película se hace grande, divertida y sumamente emotiva.
Vi esta película hace unos años en el 19° BAFICI, recuerdo que quedé fascinada y apenas salí de la sala escribí una reseña desde mis entrañas con lo que me había producido su visionado. Todavía no soy madre pero la maternidad me atraviesa, no solo en el deseo sino desde mi lugar de hija, me es imposible no verme reflejada en Zoe (la hija mayor) diciéndole a su madre: “hacerlo por vos no es ayudarte, ayudarte es enseñarte”, porque los roles madre/hija en algún momento se invierten.
Desmadre, fragmentos de una relación es una película que interpela, es imposible no sentirse identificadas, tanto como madres, como hijas y sobre todo como mujeres.
*Este texto fue publicado en otra versión en la revista ContraTapa Web en mayo de 2017.