Hoy me desperté soñando con mi abuela, cuando era niña ella siempre me decía “viejos son los trapos, nena”, yo en ese momento no entendía la frase ¿Qué me quiere decir la abuela con los trapos y lo viejo? Con los años fui entendiendo que las mujeres después de una cierta edad dejan de estar en el mercado de lo deseable y decible, son confinadas al retiro y al olvido. Hoy en día a causa de la pandemia, las viejas y los viejos, son la población de mayor riesgo en el mundo y sus muertes parecieran no importarle a nadie.

Ahora me viene a la mente la película What ever happened Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962), uno de esos clásicos en blanco y negro que tanto me gustan, con una factura más bien económica explota un género que venía teniendo relativo auge en la nueva audiencia adolescente que se convertía con rapidez en grandes consumidores: el terror. Adaptación de una novela de Henry Farrell y protagonizado por Joan Crawford y Bette Davis, dos de las estrellas más famosas de la época dorada de Hollywood. Qué fue de Baby Jane? incursiona en otro género (o sub género): hagsploitation, al que volveremos más adelante.

La película fue nominada al Oscar en el rubro actriz protagónica para Bette Davis y además se convirtió en fuente de inspiración para la serie de TV Feud (Cohen, Murphy y Zam, 2017), que retrata desde los créditos de apertura, tanto el argumento de la película como la enemistad entre sus dos actrices principales fuera de la pantalla. Varios capítulos de Feud fueron dirigidos por mujeres tales como la directora Liza Johnson y la actriz Helen Hunt, que llevan a cabo, con perspectiva de género y maestría, la puesta en escena de los capítulos 4 y 7, respectivamente.

La película comienza con la presentación, desde un escenario, de la niña prodigio, actriz y bailarina: Baby Jane Hudson. Una niña consentida a razón del éxito y el trato de su padre. La hermana mayor, Blanche Hudson, la observa con recelo entre bambalinas. Tiempo después los papeles se invierten y es Blanche la que tiene mayor éxito como actriz, hasta que un misterioso accidente automovilístico la deja en silla de ruedas y a Baby Jane desequilibrada mentalmente. Tiempo después asistimos a un diálogo entre una madre y su hija, vecinas de las hermanas Hudson, quienes están mirando en la televisión una película de Blanche y empiezan a recordar su éxito como actriz. La madre, le cuenta a su hija que la hermana de Blanche, también era actriz; entonces la hija pregunta “¿Qué pasó con Baby Jane?”.

La respuesta es que el tiempo pasó tanto para Jane como para Blanche, quedando confinadas al olvido, al encierro y la locura. Si bien empatizamos en principio con Blanche, es Jane la que nos provoca los mayores sentimientos: miedo, risas y lástima. Porque vamos entendiendo poco a poco que una estrella de Hollywood es moldeada para ser usada y tirada a la basura cuando deja de ser un producto y se vuelve vieja y marchita. A menos que la propia meca del cine cree a partir de esta desgracia un sub género que pueda generar grandes recaudaciones. Allí aparecen las hagsploitation. La denigración del género femenino se ve reflejada desde propio título (“hag” sería algo así como “vieja bruja” o “arpía”). El auge y la caída estrepitosa del universo hollywoodense no podría estar mejor reflejada: quienes supieron ser las actrices más bellas y talentosas, en el transcurso de menos de una década se convierten en hags listas para la exploitation.

El argumento del film, utiliza la relación de odio entre las actrices protagónicas, en el ocaso de sus carreras para crear drama dentro y fuera de la pantalla (a través de las revistas de chimentos). Ellas, sin embargo, dan sus mejores performances, soñando con volver a su posición privilegiada de otrora. El resultado es una película que invita a pensar en una problemática femenina crucial que es el paso del tiempo y la competencia entre mujeres creada por el vil patriarcado.

El nuevo orden mundial nos dicta quiénes son merecedores de seguir viviendo, por esto hay que cambiar los paradigmas del edadismo, y de los canones de belleza y juventud eterna. Mi abuela se murió a los 71 años en 2005 y hoy más que nunca, al ver la televisión, diría: “viejxs son los trapos”.

La vejez no es una enfermedad: es fortaleza y supervivencia, triunfo sobre todo tipo de vicisitudes y desilusiones, pruebas y enfermedades.

Maggie Kuhn