Dos amigas, una actriz y dramaturga, la otra cinéfila y guionista se juntaron a ver una obra de teatro on line en medio de una pandemia, se sirvieron una copa de vino, se dispusieron en una buena ubicación dentro de sus respectivas casas y se dejaron llevar por la dramaturgia de Henrik Ibsen y la dirección de Alejandra Ciurlanti. Casa de muñecas fue estrenada en el Teatro Real de Copenhague en 1879 y es la obra más conocida del dramaturgo noruego considerado “El padre del teatro contemporáneo”. Una de las tantas versiones fue estrenada en Buenos Aires en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín en 2001, con un gran elenco integrado por Carolina Fal (Nora Helmer), Alejandro Awada (Thorvald Helmer), Luis Machín (Krogstad), Mara Bestelli (Kristine Linde) y Gabo Correa (Doctor Rank).
Texto dramático y puesta en escena se centran en las normas matrimoniales del siglo XIX, que tiene su correlato tanto en el 2001 —en la versión de Ignacio Apolo— como en la actualidad. Las mujeres siempre fueron corriendo detrás de sus derechos como si estos fueran solo potestad de los hombres: los maridos. Que Nora Helmer de un portazo al final de la historia, siendo autoconsciente de su rol en la sociedad, en el matrimonio, en la familia y dentro de la casa fue y sigue siendo un cambio de paradigma, un patear el tablero a las normas establecidas. Si bien Ibsen negó que su obra sea feminista, hoy se nos hace imposible no hacer un análisis desde una perspectiva de género poniendo atención en la mujer como sujeto social conformado, como la persona encargada de las tareas reproductivas y de cuidados, pero también poniendo en tensión ¿quiénes son los/las encargadxs de cuidarnos? Nora es la encargada de cuidar de la casa (ayudada por el servicio doméstico) cuando el marido no está, de lxs hijos y de las amistades, pero ella es “cuidada” por su marido que la trata como a una nena, un pichoncito que todavía hay que guiar en su vuelo para que no se descarrile. Nora cumple el rol de muñequita de la casa, pasó de ser cuidada por su padre a ser cuidada por su marido. Al comienzo todo lo parece un juego pero luego se va dando cuenta que lo que parecía un juego es un verdadero encierro dentro de una casa y de unas normas sociales, asfixiantes.
Gaby Blanco y Candela Vey vieron la obra dentro de otro contexto de encierro, afuera no solo hay un virus que puede ser letal sino otro monstruo grande llamado patriarcado con una sociedad que lo avala y sigue criticando y condenando ciertas decisiones de las mujeres. El diálogo que reponemos a continuación comenzó durante la función on line de Casa de muñecas el sábado 29 de agosto en las plataformas Cultura en Casa y en la web del Complejo Teatral de Buenos Aires.
- ¿En qué momento vimos/leímos Casa de muñecas?
Candela: vi Casa de muñecas en el 2001 cuando estaba en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) para la materia Introducción al Lenguaje de las Artes Combinadas en la parte de Teatro. Recuerdo que teníamos que leer el texto dramático de Ibsen y luego ir a ver la puesta en escena que estaba en la cartelera del Teatro San Martín. Yo no tenía mucho teatro encima, pero recuerdo que esa obra me deslumbró, tenía apenas 20 años y ver la Nora Helmer interpretada por Carolina Fal —ella tendría 26— fue como vivir una de mis primeras sensaciones de empoderamiento femenino. Recuerdo que lloré durante la función, estaba sola en esa pequeña sala con muchas ganas de salir, gritar y tomarme un café con alguna compañera.
ELMER: ¡Oh! Hablas y piensas como una chiquilla.
NORA: Puede ser. Pero tú no piensas ni hablas como el hombre a quien yo pueda unirme. Cuando te has repuesto del primer sobresalto, no por el peligro que me amenazaba, sino por el riesgo que corrías tú; cuando ha pasado todo, era para ti como si no hubiese ocurrido nada. Volví a ser tu alondra, tu muñequita a la que tenías que llevar con mano más suave aún, ya que había demostrado ser tan frágil y endeble… (Levantándose). Torvaldo, en ese mismo instante me he dado cuenta de que había vivido ocho años con un extraño. Y de que había tenido tres hijos con él… ¡Oh, no puedo pensar en ello siquiera! Me dan tentaciones de despedazarme…
Este fragmento del texto de Ibsen es maravilloso y en las voces de Alejandro Awada y Carolina Fal, en la puesta de Ciurlanti, toman muchísima potencia.
Gaby: Casa de muñecas es una obra a la que vuelvo siempre. Mi primer acercamiento fue en la secundaria, mi profesor de teatro, que ya sabía que me iba a dedicar a escribir y actuar, me recomendaba textos para leer y después de clase, nos quedábamos mas tiempo en el escenario charlando y analizándolos. Lo que siempre me atrajo es la potencia del personaje de Nora, la progresión que tiene, a medida que pasa el tiempo del juego —dentro de su casa de muñecas— a otro tiempo en el que todo se le vuelve monstruoso y así se iluminan los hilos que la manejaban y ante esto toma la decisión de irse de la casa de muñecas que el padre y su marido construyeron para ella.
ELMER: ¡Oh, es inaudito en una mujer tan joven!… Pero, si la religión no puede guiarte, déjame explorar tu conciencia. Porque supongo que tendrás algún sentido moral. ¿Os es que tampoco lo tienes? ¡Responde!…
NORA: No sé qué responder, Torvaldo. Lo ignoro. Estoy desorientada por completo en estas cuestiones. Lo único que sé es que tengo una opinión distinta del todo a la tuya. También he llegado a saber que las leyes no son como yo pensaba; pero no atino a colegir que estas leyes sean justas. ¡Cómo no va a tener una mujer derecho a evitar una molestia a su anciano padre moribundo, ni a salvar la vida de su marido! ¡No puedo creerlo!
Este fragmento del texto de Ibsen también me parece destacable, ya que la religión y las leyes están hechas por los hombres y este es un ámbito que todavía no se conquistó y siempre me pregunté ¿por qué nos siguen haciendo dibujar a un Dios barbudo y varón?
- ¿Qué relación encontramos entre la puesta de Alejandra Ciurlanti y otras versiones de Casa de muñecas?
Candela: vi la versión cinematográfica de Casa de muñecas (Eduardo Arancibia, 1943) con guion de Alejandro Casona, en la que Nora vuelve a su ciudad en barco después de unos años de ausencia, se toma un taxi a la salida del puerto y le dice al chófer que está acostumbrada a estar sola, luego se baja frente a una vidriera donde hay un árbol de navidad reluciente y allí comienza el flashback en el que se relatan los hechos que la llevaron a alejarse de su familia. En la película la Nora interpretada por Delia Garcés le dice a Torvald (Jorge Rigaud): “…antes que esposa y madre soy un ser humano igual que tú, o por lo menos debo intentar serlo, a eso voy, solo cuando sea dueña de mi propia vida sabré lo que tengo que hacer con ella pero libremente…”. Con un tono bien melodramático característico del cine clásico de la época en la que Casona le agrega una vuelta de Nora a la casa familiar como regla básica del “final feliz”, la mujer se fue, hizo su camino de autoconocimiento y ya pudo volver cambiada ¿pero la familia qué aprendió con su ausencia? Eso no lo sabemos. Después están las versiones cinematográficas de Joseph Losey (A Doll’s House, 1972) y la de Fassbinder (Nora Helmer, 1973) que estaría bueno revisar para ver, qué conservan de la mística del texto dramático de Ibsen y qué de sus propios estilos e ideologías imprimen en ellas.
Gaby: En la adaptación de Casona, hay una mirada muy conservadora, porque Nora, se va por dos años y vuelve, dice algo así, como que el tiempo le dio fuerzas para perdonar. La familia que la espera a mi entender es la misma que dejo, las mismas reglas, los mismos roles, de hecho el marido esta sentado en un sillón, esperando que algún día Nora regrese, como si fuese otro de sus caprichos que él le concede. Creo que el giro que da Casona acá, es el de la restitución familiar y termina sentenciando la salida de Nora para luego restituirla a su casa de muñecas.
Candela: También hay que tener en cuenta el contexto histórico de esta versión cinematográfica: plena Revolución del ’43 en Argentina y un fuerte arraigamiento católico y de derecha en la sociedad. Recién en 1947 se sancionó la ley de sufragio femenino, también denominada “Ley Evita”.
- ¿En qué casa de muñecas seguimos encerradas las mujeres en la actualidad?
Candela: ¡Uf! Me parece que en los temas referidos a las formas de maternidad todavía seguimos detrás de varias puertas: primero tomar la decisión de maternar o no, luego el parto, que “natural” vs. cesárea, que la lactancia —dar la teta o no poder o no querer darla, hacerlo en público o encerradas—, que el co-lecho, que tantas cosas, y siempre vamos a estar ante la mirada inquisidora de la sociedad, de la familia y de otras mujeres. Cargar con toda la presión de los cuidados parece ser el cuento de nunca acabar…
Gaby: Lo más importante para mi es la libertad de elección sobre nuestros cuerpos, el derecho al aborto legal seguro y gratuito. Que las mujeres seamos portadoras de útero no significa que estamos obligadas a parir, a engendrar. Durante mucho tiempo se hablaba del instinto maternal. Me acuerdo, que cuando yo era chica jugaba a las muñecas pero siempre eran hermanas que cuidaba, nunca jugué a la mamá, y una tía me decía, “no tenés instinto materno”. Durante mucho tiempo pensé que había nacido fallada, sin ese instinto, porque la maternidad nunca fue algo que me atrajo, y me acuerdo que un seminario que tome en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, que daba Lohana Berkins, se hablaba de la inexistencia de ese instinto, yo tenia 20 años y sentí que me sacaron el mayor peso con el que socialmente me habían cargado. La maternidad es una decisión, y no responde a una obligación biológica, ni social, y la conquista por el “Aborto Legal Seguro y Gratuito” va a ser una gran salida de otra “casa de muñecas”, de otra opresión que cae sobre nuestros cuerpos y nuestras decisiones.
- ¿Qué relación encontramos entre la obra de Ibsen y el debate actual sobre que el trabajo reproductivo y las tareas de cuidado que caen en mayor medida sobre las mujeres?
Candela: En el contexto de la pandemia los trabajos reproductivos —los que no perciben un salario intrafamiliar—: cocinar, limpiar, lavar la ropa, cuidar a les niñes es lo que más se hace en estos momentos y parece seguir siendo responsabilidad única de las mujeres/madres/esposas y/o empleadas domésticas. En la obra esos trabajos caen en Nora, en la mucama, en la niñera y en Cristina, la amiga de la protagonista, mientras que el marido trabaja en un banco y es el responsable de cuidarla a ella, es el ejercicio del poder por sobre otrxs lo que está en juego. Las mujeres en la actualidad tienen una doble jornada laboral con muy poco tiempo para realizarse personalmente o disfrutar sin culpas del tiempo libre, y las que pertenecen a una clase social más acomodada pueden contar con empleadas domésticas —precarizadas— para realizar las tareas de cuidado. Por eso nos parece tan actual esa decisión de la protagonista ya que desafía las reglas de la sociedad para tomar su propio camino, Nora patea el tablero a esas reglas impuestas.
Gaby: ¡Claro! Ella entiende, que su lugar está afuera de esa construcción familiar patriarcal. El trabajo doméstico y las obligaciones sociales del cuidado del hogar, el rol de ama de casa, era el rol natural de la mujer y no se lo reconocía como un trabajo que merecía ser remunerado, era su obligación. En la actualidad se lograron ciertos derechos referidos a este tema pero todavía falta…
- ¿Con qué frase o frases de la obra de teatro nos quedamos?
Candela: ¡Tiene muchas! De la puesta de Ciurlanti que vimos hace unos días, tengo presentes las siguientes: “NORA: ¿Una mujer no tiene derechos? Tengo que educarme a mí. Te dejo Torvald”. De “HELMER: ¿Merito por complacer a un marido?” (¡Esta es tremenda!), “Me amaste como una mujer debe amar a su marido, lo único que tenés que dejar es que yo te guíe” (sic).
Gaby: Del texto dramático: “ELMER: Hablas como una niña. No comprendes nada de la sociedad en que vivimos”. “NORA: No, de fijo. Pero ahora quiero tratar de comprenderlo y averiguar a quién asiste la razón, si a la sociedad o a mí. La pura verdad, Torvaldo. Cuando vivía con papá, él me manifestaba todas sus ideas y yo las seguía. Si tenía otras diferentes, me guardaba muy bien de decirlo, porque no le habría gustado. Me llamaba su muñequita y jugaba, conmigo, ni más ni menos que yo con mis muñecas. Después vine a esta casa contigo…” Estas dos frases me parecen fundantes, si bien Ibsen dice que la obra no intenta ser feminista, el autor pone es escena cuestiones básicas de la estructura patriarcal y el rol de la mujer. ¿De verdad Ibsen podría ser tan ingenuo y decir que no es una obra que cuestiona el rol de la mujer en la sociedad?
Candela: Me parece que no es nada ingenuo, pero tampoco podía ponerse a toda una sociedad en su contra. De hecho, cuando finalmente el texto se publicó en 1879 generó gran controversia por poner en tensión la institución matrimonial que era la encargada de establecer los pilares de una “buena sociedad”.
- ¿Qué elementos de la puesta en escena de Alejandra Ciurlanti nos llamaron la atención?
Gaby y Candela: El diseño escenográfico estuvo puesto en función al espacio pequeño y alargado de la sala Cunill Cabanellas, utilizando material transparente (cristales) en las paredes para reflejar la fragilidad de esa casa de muñecas y mostrar a los personajes totalmente expuestos en sus debilidades. Todo sucede en un único espacio, ese salón comedor en el que también se encuentra la cama, el árbol de navidad y un piano. A su vez, en este espacio conviven espacios cerrados: el buzón de la correspondencia y la oficina de Helmer, él es el único que tiene las llaves de esos dos espacios que refuerzan el fuera de campo de Nora, quién no tiene acceso a esos lugares. El vestuario también es muy llamativo, los dos personajes femeninos, Nora y Cristina, tienen trajes idénticos que por un lado nos recuerda al vestuario de La novicia rebelde (Robert Wise, 1965) y por el otro nos parece un traje de muñequita, pulcro y asfixiante. El sonido también juega un papel fundamental, los truenos y el timbre, siempre perturbando la tranquilidad del hogar. El timbre suena de dos maneras para Nora, o es la invitación “para salir a jugar” o es el encargado de traer las malas noticias de afuera. Algo que nos llamó mucho la atención son los fundidos a negro del acto final, a modo de elipsis que refuerza no solo el paso del tiempo sino la transformación de Nora para tomar esa decisión impensada de libertad femenina.
Casa de Muñecas (Ignacio Apolo y Alejandra Ciurlanti, 2001) disponible para ver en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=-XK1yu1u0dM